Fue fundada
por Jean Curtius, industrial de Lieja y proveedor de los ejércitos españoles en
Flandes, tras varios años de litigios con el Señorío de Vizcaya primera
alternativa de localización de la fabrica.
En un
principio, a partir de 1616 aprovecha la ferrería de la Vega sobre el rio Miera
y empieza a construir las fraguas, hornos, carboneras y muros exteriores del
complejo fabril de La Cavada. Es el 9 de julio de 1622 cuando una Real cédula
aprueba un generoso contrato que garantizaba a Curtius el monopolio de la
fabricación de números productos. Para su trabajo se traen de Flandes numeroso
oficiales fundidores. La localización de la fundición respondía a criterios de
aprovisionamiento de materia prima en los bosques cercanos, a priori
inagotables, el caudal abundante y regular del encajado rio Miera durante seis
a ocho meses al año (diferente al de la actualidad y en su mayor parte
modificado por la propia actividad de deforestación de los montes producido por
las fábricas de la cabecera del Valle del Miera), la existencia de canteras
cercanas de piedra refractaría, arenas y arcillas para los moldes, las cercanas
salidas de los productos a los astilleros de Camargo y el puerto de Santander
en el Mar Cantábrico y la proximidad a minas de hierro, canteras y tierras de
arena y barro, asi como la abundante mano de obra. Desde el inicio de la
actividad las fabricas de Lierganes y La Cavada llevaban seis tipos de
clientelas principales para su producción militar, la marina de guerra
española, el ejercito, las fortalezas en plazas peninsulares y de ultramar, los
armadores de la marina mercante y de corso, también las exportaciones a otros
países, siempre que no fueran enemigos de la corona, sino amigos y confederados
de ella, prefiriendo siempre amigos vasallos y súbditos fieles.
En 1617 se
contrata la construcción de dos altos hornos llamados San Francisco y Santo
Domingo. Sus calderas median 6,30 metros de alto mas 11 metros de foso y eso
mismo año empiezan las pruebas con la llegada de 40 oficiales fundidores
traídos de Flandes junto con sus familias. El conste de todos estos trabajos y
el mantenimiento de los flamencos ascendía a 100000 ducados y Curtius apremia
la confirmación del consejo de Estado para que le confirmen los privilegios de
fabricación de artillería de hierro, municiones y otra manufacturas. La confirmación
llega por Real Cedula en el año 1622. El retraso de los pedidos y la delicada
situación de sus empresas en Flandes llega a Curtius a la ruina y en 1628 se ve
obligado a ceder sus derechos a un consorcio integrado por gente hábiles para
los negocios, introduciendo nuevas innovaciones tecnológicas en años
posteriores.
La fabrica
alcanzo desde 1635 y 1640 una alta producción fruto de la demanda de armamento
de la monarquía española con el fin de mantener a la España de Felipe IV como
gran potencia europea. Se fundieron en este periodo un total de 930 cañones de
calibres superiores, 195000 balas, 4010 bombas y 850 granadas.
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